él me pregunto :
-¿por que las espaldas de las mujeres nos hacen respirar más deprisa?
yo me quede callada y le miré,
me toco con el dedo índice
la costilla en la que se hallaba su vida
y me canto una canción de jazz entrecortada.
Yo entre las gaviotas que pintaba su cuarto
me escondí detrás del encaje de la cortina
y a través de las aberturas
le enseñe risa carcajada y huesos.
Fue un tacto leopardo, sí. Bravísimo.
ResponderEliminarmaravilloso!
ResponderEliminaruno llega cuando es el momento...*